Que Clint Eastwood
es un señor con mucho talento es una obviedad. Sin embargo, creo yo que si el célebre
actor y director hubiera nacido en Cuenca en vez de en California, otro gallo
le hubiera cantado. En España, un tío con esa cara, gesto torcido, matón, condescendiente
y antipático es un concepto que no se comprende, que no tiene venta. Y eso no
es bueno, ni malo. Es más bien una cuestión cultural. Aquí, hasta Paco Rabal,
con su nariz quebrada en una trifulca de juventud, su mirada mohína y profunda
y sus manos callosas, tenía su vis cómica, su perfil de chufla.
Es, insisto, una
cuestión cultural.
Por esa misma razón,
un artista amanerado y bizarro, un inadaptado, llega a ser un venerado mito en
Estados Unidos, al que generaciones enteras adoran, mientras que en este país
nuestro se le consideraría un loco, un demente trastornado por el levante, un majareta. Y no digo que Warhol fuera un
ejemplo de lo primero, ni el Pozí ejemplo de lo segundo, sino que el ámbito de
lo cultural lo moldea y lo comprende todo, porque está ligado al universo que
en cada país se representa, en cada tierra, se traza como imaginario común.
Por eso no debe
sorprendernos que problemas similares, e incluso el mismo problema, en ambos
países den lugar a consecuencias completamente distintas. Son, simplemente,
respuestas “culturales”.
Eso es lo que pasa
con la crisis, por ejemplo. Llevamos casi tres años hablando de ella en todo el
mundo, como si fuera una y la misma cosa en todas partes. En parte, es cierto. Espero
que nadie se crea que hay muchas diferencias entre las causas del problema que
sufre Estados Unidos y las del que padecemos en España. Bien que aquí la tasa
de paro es muy elevada y existe una economía sumergida superlativa, mientras
que allí ha quebrado el sistema financiero y la deuda exterior es simplemente
insostenible. Pero al final del cuento, en ambos países se padece un absoluto
descrédito del sistema político, una crisis continuada del mercado inmobiliario
y una irremediable sensación de que nos han estado robando todos aquellos que
pidieron prestado a los bancos para invertir, se llenaron los bolsillos y
dejaron tras de sí un reguero de empresas en quiebra. En fin, misma zorra con
distinto collar.
Ahora bien, que la
causa del problema sea la misma, ¿significa que la solución a ambas situaciones
irá por el mismo camino? Yo creo que no.
En Estados Unidos,
la película del resurgir deberá pasar por reflotar su industria. Dar un
puñetazo en la mesa, apretar los dientes, producir más y competir más. Ganar
las olimpiadas de Londres, hacer que Boeing facture más que Airbus. Como en las
pelis de Spielberg, domar a los dinosaurios, matar al Terminator, salvar al
soldado Ryan.
Claro, en España, la
respuesta no puede ir ligada a un do de pecho. No va con nuestro carácter.
Cuando quisimos adoptar el estilo chulesco nos dimos con la puerta en las
narices: la Armada Invencible, la Guerra de Cuba y Filipinas, el desembarco de
Annual. Nunca fue lo nuestro ir de chulitos
por la vida, lo cual no significa que siempre nos fuera mal, ni mucho
menos. La clave aquí es que nuestro estilo es otro: más sibilino y sutil. El
primer ejército que venció a Napoleón fue el español, en una guerra librada con
el tacto y el olfato, con la prudencia de conocer palmo a palmo la arcilla del
terreno. De aguardar cobijado en el recodo del camino. De ser pícaro y esperar.
Conociendo nuestra
historia, no pretendamos tener la claridad de enfoque de los alemanes, ni las
ínfulas de los franceses, ni la determinación de los americanos. No es nuestro
estilo.
Estos últimos días
ha dado la vuelta al mundo un anuncio de televisión de la General Motors que se
ha emitido en la final de la liga de fútbol americano. En él, Cint Eastwood
anima a los americanos a derrochar fuerza y determinación para que el mundo les
oiga, a luchar sin descanso y no caer en el primer asalto, hasta dominar el
mundo. Conozco a mucha gente que se ha quejado de que en España no haya
iniciativas de ese tipo.
Pero cuidado, porque
ésa no es nuestra lucha. La nuestra quizá sea más la historia de un anuncio de
salchichas Campofrío, ese anuncio que se extendió por Internet esta Navidad.
Josema y Millán, Santiago Segura, Chiquito de la Calzada… una tropa de
humoristas medio anticuados que se concitaban en un cementerio para reflexionar
sobre el por qué de la risa como antídoto frente a la pena, frente a la pobreza
de bolsillo y espíritu, la desgracia o la crisis.
Le preguntaban a
Gila cómo se hace para vencer al enemigo. Y Gila respondía que al enemigo se le
vencerá mañana, y que no ataque muy temprano, que estaremos comiendo churros.
Ambos anuncios son
igualmente motivadores y llenos de significado. Que se queden los americanos con
el far west, el gesto duro y la agresividad, que ya nosotros haremos un chiste.
Y así seguir viviendo.
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