viernes, 18 de febrero de 2011

El informe Juliana y Bo Derek

En sus dos primeros artículos, aunque equivocado, Juliana trazaba una idea bastante verosímil sobre la influencia de Andalucía en la configuración autonómica española. Su idea de una Andalucía interesada en acaparar, por lo menos, lo mismo que Cataluña adolece del rigor mínimo que se debe exigir a cualquiera que sepa que Andalucía de Casas Viejas a Marinaleda, de Cádiz a Olvera, es mu complicá.

En su tercer artículo – quién sabe si todavía se atreva con más- es bastante decepcionante. Sobre todo, porque pierde el rigor analítico que tenía en sus dos escritos anteriores y se dedica a especular, tirar la piedra y esconder la mano, como los niños caprichosos. Como los periodistas malos.

En su nuevo capítulo, Juliana cuenta cómo el unos delegados del PSA viajan hasta Libia con el propósito de obtener el apoyo de Gadafi para una supuesta Andalucía islamista, o islamizadora.

No aclara -porque no hay con qué- cómo hizo Gadafi para intervenir en el café para todos, ni que réditos obtuvo por ello. Quizá se intente beneficiar de la posición que el Coronel Gadafi jugaba en la política intenacional de aquellos años. Se trataba de uno de los máximos rivales de Reagan, capaz de estar tiempo después detrás del misil que derribó un avión comercial americano con más de doscientos pasajeros en Lockerville.

Nada de esto es cierto. El PSA, partido al que Juliana da tanta importancia, siempre fue minoritario. En 1979 alcanzó su máximo de cinco diputados para el Congreso, lo que le permitió tener cierta voz, pues tuvo cierta utilidad para facilitar la investidura del gobierno. Poco después fueron engullidos por la mayoría socialista y nunca se volvieron a recuperar. No digo que Rojas Marcos no se hiciera un viaje a Libia, ni que lo recibiera algún subsecretario de Turismo del gobierno y tomaran el té en un cálido palacio.

Eso es todo, la historia no da para más. Ni para Andalucía, ni para el estado autonómico.

Pero si Juliana quiere historias turbias de poder -y para todos los morbosos- le voy a contar algo que le servirá para rebautizar -por cuarta vez- el café para todos.

A principios de los 70 Felipe González no tenía el poder en el PSOE. Ya habría querido, pero la vieja guardia no aceptaba sus formas, y quizá tampoco su fondo. Sobre todo Rodolfo Llopis, ministro de la II República que encabezaba el movimiento histórico, conocido como Llopista. La lucha era tan dura y el partido en España tan embrionario, que la batalla se decidió en el ámbito internacional. La Internacional, un lugar donde los intereses oscuros estaban poco y mal disimulados. Allí, Guerra obtuvo en apoyo de Carlos Andrés Pérez, el presidente de Venezuela. El Gocho o el Saudita Venezolano -como se conocía a Carlos Andrés-, sabía que con Llopis tenía poco que hacer, era demasiado viejo. Ofreció el apoyo a Guerra y González, que se hicieron con el poder en el Partido Socialista. Algún día sabrían devolverle el favor.

Años después, Pedro Pacheco, figura disidente – ya hablamos del Partido Andalucista-, se había convertido en un elemento incómodo desde la alcaldía de Jerez, que ocupaba desde 1979. El estado de las autonomías no estaba cerrado, ni el café para todos servido. El peligro de este Pacheco estaba en los nexos que le unían con un paisano suyo, enemigo público número uno: rico, poderoso, con más de 65.000 trabajadores y miembro del Opus Dei: José María Ruíz Mateos. Él sólo podía tumbar la bandeja del café para todos y estropear el pastel autonómico socialista, que en aquellos años aún estaba calentito.

Había que actuar rápido.

En parte, el resto de la historia es bien conocida. El 23 de febrero del '83 era expropiado el holding empresarial de Ruiz Mateos: RUMASA. Afortunadamente, había motivos de sobra para hacerlo. Con esto, se extirpa la posibilidad de un frente común, económico, ideológico y de base territorial, que habría sido peligrosísimo para el felipismo.

Aún faltaba un cabo por atar: la boca cerrada del Gocho tenía un precio. Ese precio fueron 29.784 millones de pesetas, exactamente. Felipe Gonzalez vendió la cadena de almacenes Galerías Preciados a los protegidos de Carlos Andrés Pérez: la Familia Cisneros en 216 millones de pesetas. A los pocos meses, éstos revendieron la empresa por 30.000 millones.

Un apaño directo entre González y Carlos Andrés Pérez. De bien nacidos...

Como detalle. Los Cisneros siguen siendo hoy una de las familias más poderosas de Estados Unidos, con socios como Kissinger o Rockefeller.

Llopis murió a los pocos días de esto en Francia, donde había regresado tras fracasar en su último proyecto político. En Cádiz, mientras tanto, Fabio Testi se divierte con Bo Derek y Ana Obregon toreando una vaquilla en el rodaje de Bolero. Al caer la tarde, regresan al Hotel Alfonso XIII. En el bar, ordenan Jerez para todos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Manuel!! Excelente.