viernes, 11 de septiembre de 2009

Tres tristes tigres

La culpa de este artículo la tiene Geoffrey Silvestre, desertor de la selección cubana de baloncesto. Y los tres bailarines cubanos que visitaron Ronda aquel año a las Galas de los Coros y no volvieron a su país. Y culpa de Guillermo Cabrera Infante, que poco antes de morir escribió como una náusea el testamento vital de Fidel a los cubanos.
Así que no es culpa mía. Es de todos los cubanos que han padecido la mentira impronunciable (al menos en Cuba) de la Revolusión Cubana. Como los tres tristes tigres.
El primer triste. Las ciencias, como la Medicina. La Sanidad. Gratuita, excelente, solidaria con los enfermos de otros países de América Latina y África. Mentira triste y cochina. En los hospitales cubanos, la anestesia es gratuita, el problema es que "por culpa del bloqueo gringo", no hay existencias de anestésicos. Salvo que puedas pagarlos, que sí los hay. Las operaciones de vista gratuitas a los enfermos venezolanos que al presidente Chávez, deja a los cubanos en la calle. Eso no es ciencia, es propaganda barata. Los cirujanos del Hospital Hermanos Ameijeiras tienen que piratear películas en DVD para poder comer, complementando los 30 euros que ganan al mes. Me contaba la doctora Serrato que los cubanos estaban en la vanguardia de la atención primaria. Y nada queda de eso. Sólo profesores corrompidos y sobornables y facultades a las que sólo acuden los pocos adictos al régimen, o los hipócritas que pagan el tributo de doblar la cerviz. Pura tristeza también de la Educación.
Una educación famosa por su seriedad, su calidad y la valía de hombres y mujeres allí formados. Los profesores infantiles son incluso más baratos. Más que un bocadillo. 5 pesos, 90 puntos. 20 pesos, 100 puntos. Sobre 100. Hojear el libro de historia cubana es tanto como mirar los enormes y continuos carteles propagandísticos que pueblan la calle. Abajo el imperio gringo, culpable de todos los males de Cuba. triste.
Tercera parada. La alimentación. Desnutrición, miseria, falta de higiene, vómito incontenible. Los niños sólo tienen derecho a leche hasta los siete años. ¿A partir de entonces? Se supone que ya han crecido. Quizás por eso las niñas de 15 años se comportan como rameras de cuarenta.
El segundo triste. La cultura. La de los escritores malditos y exiliados, bailarines que no tienen qué comer, deportistas en la miseria. Que salen para no volver. Jorge Esquivel se perdió en Italia, incapaz de seguir bailando la danza de los discursos maratonianos de Castro Ruz. El sufrimiento de Lydia Cabrera, Cabrera Infante o Reinaldo Arenas, su soledad y su tristeza.
El tercer triste. La Sociedad. Maldita. El hambre que les cala los huesos les agudiza el ingenio. Los vuelve cínicos y traicioneros. La falta absoluta de principios éticos es un lastre que dejaron en el camino para poder comer. El cubano odia al cubano, la sociedad no existe, sólo individuos contaminados tristes, aunque sonrían. Las jineteras, o la pena más allá de la tristeza. Chavales de 20 años que venden a su novia de 19 por 20 dólares. Ni siquiera al mejor postor. Españoles, canadienses, franceses, como locos por follar tranquilos mientras la policía les protege, liberándoles del peso del templo virgen que profanan. Sin tristeza. Farlopa pa' la tropa.
La imagen de los tres tigres tristes, el infierno. Lo que le espera a un país cuyos habitantes han perdido la esperanza de un mundo mejor, no respetan al estado, ni a su vecino, ellos mismos, ni sus hijos. Si hoy mismo cayera la Revolusión, la total falta de principios éticos de unos habitantes con el caracter ajado por el hambre lo devoraría todo.
La Revolución (que no nació comunista) tuvo su razón de ser. Hoy, todo se ha acabado todo. A los cubanos les queda una caja sonriente de enormes dientes. Con cuatro colmillos afilados, venenosos y tristes.
No queda nada más, sólo ir, como cerró Cabrera a contar "al mundo, con la vergüenza de los que lo han apoyado hasta el amargo final, el horror de su régimen".

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