sábado, 20 de diciembre de 2008

Y el porquero

Y su porquero...

Es el día en que los hombres siguen un camino hacia un lugar que debe estar en el sur, o al menos en el mar. Tiran de sogas de un grosor exagerado, que ciñen y las pliegan en su hombro. Están soltando amarras. Las mujeres les despiden. Llevan los vestidos más ceñidos y las aguas de colonia. Los hombres que se van. Incluso algunos niños lloran.

El barril. Juan les mira desde su barril. Es tan hombre como los hombres o al menos eso dice. Porque sólo es capaz de mirar y sonreir. Una risa cobarde que nada inspira. Él, que era hombre, que fuera hombre, desde su barril, ve marchar a quienes le dejan a las mujeres y le dejan la gloria.

Demasiado triste, demasiado pobre, lo que Mairena tiene por gloria. Una suerte de asco, una suerte de pena, de la pena del payaso que gira en su lavadora. De la pena que huele a mierda o peor, de la mierda que no huele a nada. Juan no huele a nada y los hombres se van. Volverán algún día y serán hombres.

Muera Juan en el barril. Allá se van los hombres

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